Monte Perdido por Swan y la Norte

Se acerca la semana santa y aún no hemos podido volver a disfrutar de la nieve. Por suerte, una fría borrasca ha cruzado nuestro macizo favorito a lo largo de la semana, dejando precipitaciones variadas en forma de nieve en muchos rincones del Pirineo.

Parece el momento idóneo para ejecutar un plan que llevábamos urdiendo una buena temporada: subir desde Gavarnie hasta el Monte Perdido en una jornada recorriendo el Swan y la Norte. Dormir en la cima para bajar el domingo, esquiando, de vuelta hacia Francia.

Resumen numérico de ambos días (que no hace justicia ni de lejos a la actividad)

  • Desnivel positivo acumulado: 1.750m + 1.500m
  • Desnivel negativo acumulado: 444m + 2.814m
  • Punto más alto: 3.355m, cima del Monte Perdido.
  • Tiempo invertido: 11h20' + 12h50'
  • Distancia aproximada: 9,3km + 17,4km (aprox.)
  • Track
Corredor de Swan
 
Como toda buena historia, ésta también comienza un viernes, viajando, a modo de aproximación, a una localidad cercana a los pirineos: Gavarnie, que se presente desierto a estas alturas del año. Cenamos una deliciosa empanada del Mercadona calentada sobre el salpicadero durante el viaje y nos acostamos lo antes posible, que el sábado nos toca madrugar.

Nos levantamos a las 7 de la mañana y nos vestimos una mochila de grandes dimensiones donde encajaremos los esquís con sus botas, el gordo saco de altura, el pesado material de nieve y hielo, y las cuerdas y accesorios de escalada.

Bien pertrechados llegando a la Pailla.

Nos toma una hora y cuarto alcanzar la cabaña de la Pailla (3km, 1h15’) donde, por suerte, nos pondremos los esquís por primera vez. Hay que reconocer que cuesta arrancar, pero la tranquilidad que transmite el esquí de travesía es acogedora y remontamos gustosamente – aunque lentamente – el desnivel hasta el cono de deyección (5km, 3h30’).

Directos al corredor.

Desde abajo, observamos una cordada que lleva un tiempo considerable bajo el primer resalte. Nos extraña mucho, pero al preguntarles, nos dicen “todo va bien”. El cono tiene un paquete más que considerable, nieve no compactable que nos hace avanzar a duras penas cuesta arriba. Parece que la nieve caída se ha acumulado en las zonas no venteadas, esperemos que el grueso del corredor, no corra la misma suerte.

Primera reunión, antes del primer resalte.

Saliendo del primer resalte.

En cuarenta y cinco minutos alcanzamos el primer resalte (5.5km, 4h15’). Está totalmente pelado. La roca aflora por doquier y el hielo brilla por su ausencia. Ante semejante panorama, el escaqueo queda totalmente descartado. Parece posible ascender por un “riachuelo” de hielo estrecho situado a mano izquierda, pero la travesía de acceso parece delicada y muy expuesta. Preferimos darle a la chimenea a mano derecha, aprovechando un hilo de hielo pegado a la roca de forma precaria. Encontraremos incluso un cintajo para colocar un seguro psicológico. De forma atlética logramos superar el paso utilizando incluso la pared de atrás de la chimenea, no sin sufrir de tembleque en ciertos momentos, y sin más dificultad que la cantidad de nieve acumulada, alcanzamos la cueva que cobija la primera reunión. Tras esta reunión, tendremos otro resalte mucho más sencillo y después avanzaremos en ensamble muy costosamente y durante largo tiempo hasta alcanzar el collado (9h40’).

Saliendo del segundo resalte. Mucho más fácil que el primero.

Las huellas se borran casi al mismo tiempo que las hacemos, y los resbalones son constantes. La fatiga se hace muy notoria cuando alcanzamos a ver el Monte Perdido y su inmensa cara norte. El lugar es espectacular. El alto valle glaciar de Pineta a nuestros pies, cortado por el precioso balcón homónimo. El glaciar del perdido, lamentablemente dividido en dos, suspendido bajo la cima se nos antoja una decoración navideña. Y a nuestra derecha, la custodia del Cilindro y del Marboré cerrando el circo. Acabamos de acceder de nuevo – no sin esfuerzo – al hermoso mundo sobre los tres mil metros.

Saliendo al collado.

Es evidente que no vamos a llegar a la cima hoy, por lo que nos ponemos gustosamente los esquís bajo las botas y dibujamos un camino sinuoso hasta el lago de Marboré, donde dejaremos los esquís clavados para subir a pasar la tarde al refugio de Tucaroya (11h20’).

Panorámica desde el collado.

Nos encontramos con una buena fauna al entrar en el refu. Hay un grupo de unos 6 franceses y la cordada que ha subido delante nuestro también  se encuentra allí. Ellos también tenían intención de ascender hasta la cima en un día, pero han desistido como nosotros por el estado de la nieve. Esos nos anima y reconforta, aunque ya se sabe que "mal de muchos, consuelo de tontos".

Subiendo a Tucaroya.

Gracias a los franceses, que se han dedicado a hacer fuego y a preparar leña, hemos podido derretir nieve y beber agua. Hace mucho frio y al hornillo le cuesta un esfuerzo considerable derretir la nieve y calentar el agua. Agradecemos también a los que mantienen el refugio de Tucaroya en perfecto estado y con combustible suficiente. Dormiremos en la tercera litera del refugio, que, siempre que tengas lo ojos abiertos, se parece a un sarcófago para dos.

Amanece en las cimas.

Amanece en Tucaroya.

Somos los últimos en dejar el refugio a las 7 de la mañana. Todos los presentes ayer partimos con la misma intención, intentar ascender a la cima por la cara norte, por lo que tendremos referencia del camino (¡y la huella hecha!).

Posando en la golden hour mañanera.

Cruzamos rápidamente la plana sobre los esquís y nos aproximamos a la base del primer corredor, bajo el imponente y precario serac que custodia la entrada (50’). 

El camino marcado en azul.

A mano derecha el serac y a mano izquierda el corredor con otra cordada.

Ascendemos sin dificultad el primer corredor y, al salir (2h), viramos a la derecha para cruzar sobre de la gran masa de hielo que conforma el glaciar inferior. Nos dirigimos hacia una tímida pared de roca que aflora entre la nieve, para, una vez atravesada por debajo, girar a la izquierda y dibujar una blanca línea recta al cielo.

Linea recta directa al cielo.

Detalle del resalte final sin hielo.

Este segundo corredor tiene un resalte en la parte superior. Nos lo encontramos con mucha roca y prácticamente libre de hielo. Al final del dificultoso paso, hay un anclaje dónde podremos montar una reunión, aunque no es un sitio nada cómodo y es preferible avanzar algo más hasta encontrar un lugar más apropiado. Nosotros montamos la reunión en ese lugar, y aparte de quedarme congelado, me caía toda la nieve que mi compañero tiraba al progresar por encima.

Resalte final desde arriba. El camino más fácil transcurría por la derecha, por la roca.

Tras ganar el vértice (4h10’), ascenderemos lentamente hasta alcanzar sin darnos cuenta la cima del Monte Perdido (5h10’, 3.355m). El vértice geodésico se encuentra sepultado bajo la nieve, así como todos los vivac donde pensábamos pasar la noche. Las vistas, como siempre, insuperables.

En el vértice, camino a la cima.

En la cima.

En la cima.

Nos ponemos los esquís para bajar hasta el lago helado pero la nieve esta dura como una piedra y solo los cantos recién afilados nos libran de patinar por la escupidera: de ahí la importancia de llevar el material en buenas condiciones.


La cima y la escupidera desde el lago helado.

Mi compañero baja esquiando pasada la escupidera.

En el lago helado (5h45’), nos ponemos las botas, pero esta vez con la comida. Prácticamente no hemos parado y el sol calienta con gusto la pequeña olla, permitiéndonos incluso quedarnos en manga corta. Una verdadera gozada!

Remontamos el cuello del cilindro (6h45’) y nos ponemos de nuevo los esquís para descender hasta el balcón. Es importante no confundirse con la vaguada de bajada para no meterse en un berenjenal. El estrechamiento lo cogemos con algo de nieve, suficiente para no rapelar, pero no lo bastante como para bajar esquiando (salvo expertos profesionales). 

Croquis de la bajada. En rojo el paso clave.

Detalle del paso clave. Se podía bajar sin cuerdas.

Por lo que para este pequeño tramo, tuvimos que quitarnos también los esquís. La bajada hasta al lago de Marboré se puede diseñar de tal manera que podemos llegar casi hasta el charco sin ponerlos las focas.

Croquis de la norte del perdido.

Hermosa norte del perdido y glaciar sin artificios.

Remontamos el cuello de Tucaroya (8h50’), reponemos agua en el refugio, descansamos un poco y nos dirigimos hacia abajo calzando los esquís. La pala inicial es muy fuerte, pero poco a poco se va moderando. Si nos aferramos a la izquierda de la bajada, aprovecharemos la primera debilidad visible para no perder altura y poder visualizar la ruta a seguir (9h10’).

Se puede ir hacia la izquierda, para ascender poco a poco al portillón superior (Hourquette de Pailla). Este camino nos asegura la llegada a la Pailla sin necesidad de quitarnos más veces los esquís.

Por otro lado, podemos tomar las lomas descendentes hacia la derecha para pasar por el portillon inferior (Hourquette d’Alan). Si lo hacemos bien y controlamos la perdida de altura, podemos recorrer todas las lomas esquiando, sin tener que ponerse las focas hasta muy adelante (9h30’).

La subida al portillón inferior resulta penosa. Creo que siempre lo es. La nieve muy castigada ya por el sol patina bajo nuestras tablas, mojando las focas y ralentizando el avance. Ni siquiera unos cantos nuevos te libran de hundirte en dos de cada tres pasos. Nos toma una hora remontar el desnivel (10h30’).

En la Hourquette d'Alan.

La posterior bajada también hay que pensarla bien si se quiere llegar hasta la cabaña de la Pailla esquiando. A estas alturas del año son pocos los caminos que conducen hasta la plana de la Pailla sin tener que quitarse los esquís. No sé si fue la suerte o la pericia, pero logramos esquiar los 600 metros de desnivel por las lomas que unen la hourquette d’Alan con la Pailla (11h15’) prácticamente sin interrupción (con la salvedad de alguna caída inesperada).


Ya en el refugio, pudimos cargarnos de nuevo con todo el material a la espalda para terminar nuestra ruta llegando al coche en Gavarnie (14h).

Croquis general de la actividad.


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