Trail Molieres 3010

Un día de primavera, se me acercó mi amigo Ander a plantearme un plan de fin de semana en Vielha. Al parecer, un compañero suyo estaba intentando calentar a algún incauto para animarse a una maratón de montaña, y como somos fáciles de convencer, y nos embauca rápido cualquier plan que incluya pisar los pirineos, nos apuntamos rápidamente a la carrera.

El Trail Molieres 3010, es una maratón de montaña con 4000m y pico de desnivel positivo (y negativo) y con un muy alto porcentaje de senderos. Parte del pueblo de Vielha para ascender al Pico Molieres (3010m) y luego regresar al pueblo.

Aunque carentes de entrenamiento efectivo, la motivación era tal, que con una ágil salida de 15 kilómetros por los montes de Euskadi, nos sentimos plenamente preparados para ser machacados por los 4000 y pico metros de desnivel que acumula el recorrido.

Llegamos a Vielha el viernes por la tarde, nos acercamos a por los dorsales  y a dejar la denominada “bolsa de vida” que podríamos recoger en el kilómetro 26,9 (aprox.). Suena muy rimbombante, pero básicamente la llenamos con unos calcetines, una camiseta, crema de sol y barritas varias, material imprescindible en caso de urgencia.

Foto de postureo imprescindible.

Cenamos una pizza deliciosa y, más tarde que pronto, a la cama a descansar y a dormir.

Nos suena el despertador sobre las 5 de la mañana para desayunar, prepararnos, bajar al pueblo y pasar el control de material antes de la hora de salida, las 6:30. Este año, han hecho especial hincapié en el cortavientos, ya que se esperan fuertes rachas de 70km/h a 3000 metros.

Con un solo cajón de salida, nos ponemos en la parte trasera para no sentirnos presionados por el ritmo del resto. Aunque el primer corte puede resultar algo exigente, preferimos ser nosotros quienes decidamos nuestro propio ritmo.

Tras la salida, rápidamente abandonamos las últimas casas del pueblo y nos enfrentamos a un camino amplio en constante ascenso. Tras 600 metros de cómodo ascenso, alcanzamos el primer avituallamiento en el refugio Bassa d’Oles (53'), junto al lago del mismo nombre. Seguimos cuesta arriba otros 600 metros por un sendero más estrecho, donde adelantar a la gente se convierte en una tarea harto complicada. Todos seguimos el trenecito que nos lleva a la cima del Montcorbison (2172m).

El trenecito a la cima.

Desde aquí, recorremos el cresterío hasta el siguiente punto de agua y comida situado en Santet Casau (1h8'), y subimos por el camino el Tuc de Letassi (2176m). Proseguimos el cresterío ascendiendo y descendiendo diferentes prominencias como Montpius (2274m) y Tuc de Cuenques (2263m). Rodeamos después la cima Tuc d’Auba por sus hermosas y verdes laderas del norte, para después bajar de forma abrupta a la Artiga de Lin (1h22').

Érase una vez, un precioso cordal.

¡Y tan abrupta! No fuimos pocos los que resbalamos varios metros cuesta abajo sobre la hierba. Aqui teníamos el primer corte a las 10:20 de la mañana, por lo que pasamos con unos 40' de tiempo de sobra.

La bajada previa a la Artiga de Lin.

Nos alimentamos e hidratamos correctamente y salimos caminando hacia la mayor subida del día, 1500m de desnivel positivo casi constante hasta la cima del Tuc de Molieres. Con los primeros 500 metros alcanzamos el lago Estanhet des Puis. Tras otros 500 metros, llegamos al avituallamiento en Coth des Aranesis (2h14') y tras los últimos 500, alcanzamos la cima del recorrido (3010m) (1h16') tras 6 horas y 53 minutos de gesta y aventura.

De tranquis, en el Estanhet des Puis.

Cima del Tuc de Molieres.

Son la una y media del mediodía y el viento soplaba fuerte en la cima e inmediaciones, y para comer y beber tranquilos en el avituallamiento de la cima, nos protegemos con los cortavientos. No tiene precio una deliciosa tortilla de patata envasada en la cima de un tresmil, como tampoco tenía comparación la suculenta sandia. Todo lo que comiéramos allí arriba, estaba exquisito, sin importar la forma o el color.

El Aneto.

Tras algunos minutos admirando el majestuoso paisaje que nos rodeaba, decidimos comenzar con la bajada para lo que nos acercamos al collado de Molieres. La organización había equipado el destrepe con una cuerda fija para hacerla apta para casi todos los públicos. Nosotros, habituados a estos terrenos, nos movíamos como pez en el agua entre tanta roca.

Comenzó entonces la larga bajada de 1300metros hasta la boca sur del túnel de Vielha. Con la bajada, comenzaron a flaquear también las rodillas de uno del grupo, que por falta de tiempo, no había podido preparar adecuadamente la carrera. En consecuencia, el ritmo de bajada fue decreciendo paulatinamente.

Foto durante la bajada.

A media bajada, escuchamos unos pitidos de un silbato y como los compañeros de trabajo de Ander son traumatólogos (él incluido), bajamos rápidamente para ver qué había pasado. Yo llevaba un pequeño botiquín en la mochila, algo muy aconsejable para las personas que nos embarcamos en estas aventuras, y bajé detrás por si la situación me permitía aportar algo. Al llegar, nos encontramos con un señor de unos 55 años aproximadamente con el codo dislocado. La probabilidad de que ese hombre tuviera una dolencia que nuestro grupo pudiera arreglar in-situ era muy pequeña, pero un codo salido de una forma tan limpia (se veían claramente los huesos del antebrazo y su posición) era una de ellas. Por respeto al accidentado, no dispongo de foto alguna.

Tras hacer algo de magia médica, el codo volvió a su sitio, aunque la mente del paciente, victima del shock, parecía seguir perdida en algún limbo. Entonces llegó un hombre con una camiseta de Guardia Civil que nos desplazó del lugar y nos dijo que ya habían alertado al helicóptero, por lo que decidimos proseguir nuestra bajada dejando en buenas manos al herido.

Tras el rescate, los gemidos de dolor de nuestro compañero se sucedían durante la bajada siempre que nos encontrábamos un escalón mayor a un peldaño y, aunque el ánimo y el humor seguían por todo lo alto, poco a poco se fueron cerniendo nubes negras sobre la idea de poder llegar a meta. En lugar de ganar una hora durante la bajada habíamos perdido media, sumando hora y media de retraso. Él también comenzó a darse cuenta de lo difícil que lo iba a tener para llegar, por no hablar de una más que probable lesión (si no accidente) durante la última bajada al pueblo. Decidió entonces abandonar la carrera en el último punto de corte, la boca sur del túnel de Vielha, mientras disfrutaba de un avituallamiento bien provisto de viandas (2h25').

El Val de Molieres, utilizado para el descenso, detrás.

Nos despedimos de él y comenzamos el último ascenso de 800 metros hasta el Port de Vielha (1h30') desde dónde comenzó la eterna bajada de aproximadamente 12 kilómetros y 1500 metros de desnivel hasta el pueblo de Vielha (1h42'). Al final, arribamos a las 7 de la tarde al pueblo.

Vielha al fondo.

En la meta.

Durante la bajada, conocimos al hijo del dueño del hotel “El Ciervo” que, con la carrera, había ascendido por primera vez al Tuc de Molieres, cima emblemática de su pueblo Vielha. Le tocaba el turno de tarde-noche, por lo que debía trabajar desde las 21:30 hasta la 1:00 de la madrugada. El mismo que, incomprensiblemente, llevaba pidiendo fuego para encenderse un cigarrillo desde la mismísima cima y que, casi con total seguridad, luego su familia perdonó, dándole el día libre.

También, cerca de la meta, encontramos medio bastón clavado en el barro, que recogimos del monte para bajarlo a la basura del pueblo. Tras varios comentarios jocosos sobre lo que le haríamos al desgraciado que había dejado semejante trozo de basura en el monte, nos enteramos que pertenecía a uno de nosotros, que salió a hacer marca (posición 101), y se le rompió llegando al final. ¡Risas aseguradas!

Para cenar, pasamos por el Restaurante Cas Turnay de Escuñau, donde nos zampamos, casi sin pestañear, dos grandes chuletas tras unos deliciosos entrantes. Por respeto, esta vez a los lectores, me abstengo de subir la foto de la cena.

Los rayos y la lluvia acompañaron la noche, pero no impidieron nuestro merecido descanso.

El domingo, antes de comenzar nuestro camino de vuelta a casa, pudimos pegarnos un rápido chapuzón en la piscina de la urbanización que nos supo a gloria.

El buen ambiente y el buen humor bañaron un fin de semana magnífico en los pirineos, dónde conocimos muchos de nosotros unos parajes y una maratón poco usuales. Reímos, gozamos, y comimos como reyes, aunque también nos tocó sufrir, y ahora todo queda guardado en el recuerdo (y también en este blog (y en insta, por supuesto)).

Gracias, de corazón, a los organizadores de la carrera, amables, agradables y con buen humor de principio a fin. Gracias también a Pello, por decidir llevarse a algunos engañaus a su plan del maratón.

 Para terminar, como es costumbre, el track en Wikiloc. Ésta vez, subido por mi compañero Ander, ya que a mi reloj le dio por trazar líneas rectas (¡nada más alejado de la realidad!) y el resultado ha quedado inservible.

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