Circo de Arantza: Mendaur y cascada Putzubeltz

No es la primera vez que me acerco al pueblo de Arantza a patear por los alrededores.

La última vez que ascendí al Mendaur fue con mis aitas, y dejé relato en una entrada de este blog; pero esta vez el plan es algo más ambicioso. Con la intención de ir preparando la exigente maratón de montaña de Molieres, Ander y yo vamos a realizar una circular al circo, ascendiendo al Mendaur, por supuesto, y, después, descendiendo por la cascada de Putzubeltz.

Como andamos un poco vagos con el tema del trail running pero, por otra parte, no queremos quedarnos desfasados, vamos a hacer algo que llaman hoy día fast hiking. El último hit..., ya sabéis que si no es en inglés, no resulta tan molón.

En el cordal, con el Mendaur al fondo.

Así pues, salimos de Arantza directos al cordal sur, una ascensión corta e intensa que nos permitirá atisbar el Mendaur por primera vez y ya no perderlo de vista hasta la propia ascensión.

Seguimos el cordal hasta que decidimos abandonarlo para tomar un sendero al sur que nos llevará, manteniendo la altura, a Bustizko Gaina, al collado del Mendaur.

Camino al collado.

Desde aquí, un último esfuerzo para alcanzar las escaleras, señal de identidad de esta singular montaña, que dan acceso a la ermita y a la cima. No somos los únicos disfrazados aquí arriba, hay alguno más al que también le gustan los colores fosforitos, las mochilas pequeñas, las zapatillas de correr y los enormes "pelucos"... ¡alabado sea el trail!

La ermita vista desde abajo.

Parece ser que la tradición dicta dar tres vueltas a la ermita y luego echar una piedra sobre el tejado. Desconocemos qué es en lo que se supone que nos benefician tales acciones, pero seguro que el pobre tejado de la ermita no le sentará nada bien; posiblemente no sea más que un viejo truco para que los visitantes limpien las piedras del entorno.

En el Mendieder.

Bajamos del Mendaur dirección al collado y, en línea recta, ascendemos al Mendieder, situado en la ladera opuesta. Proseguimos entonces el cordal en dirección sudoeste hacia el Ekaitza y después al noroeste hasta la pirámide herbosa del Domizko Gaina (o Komizko Gaina). Terminaremos progresando al noreste bajando abruptamente hasta el Negusoro.

Ekaitza.

Domizko Gaina.

Desde esta última cima podemos apreciar de forma clara el precioso circo de Arantza, objetivo de esta salida, que acabamos de recorrer.

Panorámica desde Negusoro.

Tomaremos entonces una pequeña pista que nos adentra en el valle, primero rodeando las laderas en dirección sur-sudoeste, sin bajar en exceso, hasta a un punto, desde donde acometemos la abrupta bajada que en apenas 2 kilómetros desciende algo más de 500 metros, siempre rodeados de un ambiente húmedo y con proliferación de musgo por doquier. Las regatas que poco a poco se van juntando van formando riachuelos de mayor entidad y saltan y brincan a ambos lados del sendero, inundando el ambiente de un sonido perpetuo e incansable, a modo de música de relajación, que invitan a la reflexión y a la calma.

En terreno desconocido.

Admirando el lugar.

Un riachuelo.

Una cascada.

Otra cascada.

Y otra cascada (y no pongo más para no aburrir).

A los corredores les digo (y a mi mismo): no tengamos prisa para pasar por estos lugares sin admirarlos como se lo merecen. Cada vez son más escasos y difíciles de encontrar. Así, paramos durante la bajada innumerables veces a admirar el entorno e intentar inmortalizarlo en nuestra memoria, aunque, al final, ninguna foto le haría justicia, y no hay nada como la observación en vivo y en directo. Me quedo mejor con lo que me hizo sentir, y que ahora intento describir de la mejor forma posible.

Putzubeltz.
 

Al final del descenso, llegamos a la cascada de Putzubeltz, que nada tiene que envidiar a las vistas anteriormente durante la bajada, y, con más pena que gloria, recorrimos la carretera de vuelta al pueblo.

Aquí la ruta.

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