Habiendo transcurrido casi seis meses desde mi última aventura espeleológica, concretamente el 26 de noviembre pasado a las cuevas y simas de Arboro, tocaba ya repetir. En ésta ocasión lo hacemos más cerca de casa, en Oiartzun. Además, como la previsión augura un domingo lluvioso, lo mejor será ponerse a cubierto y esquivar las gotas del cielo metiéndonos bajo tierra.
Así, sin que apremie el reloj, quedamos sobre las 10 de la mañana en lo que algún día fuera un hermoso prado verde moteado de caseríos: el polígono industrial de Ugaldetxo, hoy plagado de pabellones de distintos tamaños. Más concretamente, y, siguiendo las instrucciones del libro Zulotoa (disponible en varias tiendas online y físicas), editado por Imanol y Sabino, aparcamos los coches cerca de la empresa de Lumakamper.
El grupo, antes de la entrada.
Siguiendo las indicaciones, pronto nos daremos cuenta de que hemos malinterpretado las reseñas y que el mejor lugar para aparcar era aquí.
Cruzamos el puente de hormigón y a mano izquierda, seguimos la regata que baja por al lado de una txabola con perros muy ladradores, aunque, por suerte, atados. El mejor acceso consiste en seguir por la derecha de la regata hasta el final (saltando dos vallas) y, entonces, realizar una bajada por un pequeño terraplén hasta el cauce y la propia boca de la cavidad.
El acceso es encantador, ya que parece ser un orificio circular perfectamente tallado en la roca. En general, la oquedad no destaca por su comodidad a la hora de progresar, ya que en muchos puntos nos obliga a agacharnos.
Cruzamos el puente de hormigón y a mano izquierda, seguimos la regata que baja por al lado de una txabola con perros muy ladradores, aunque, por suerte, atados. El mejor acceso consiste en seguir por la derecha de la regata hasta el final (saltando dos vallas) y, entonces, realizar una bajada por un pequeño terraplén hasta el cauce y la propia boca de la cavidad.
El acceso es encantador, ya que parece ser un orificio circular perfectamente tallado en la roca. En general, la oquedad no destaca por su comodidad a la hora de progresar, ya que en muchos puntos nos obliga a agacharnos.
Progresamos junto a la regata, siempre presente a nuestra izquierda, e investigamos la galería lineal cuando se abre disimuladamente en dos, la superior a la derecha y la inferior a mano izquierda. Seguimos sin pérdida hasta un caos de rocas, otrora parte del techo de la cueva, que ralentiza el avance.
De pronto, se abre ante nosotros una bonita colada de varios metros, ahora bañada por aguas subterráneas, de la que cuelga una maroma verde; comienzan las dificultades.
Tras trepar por la maroma, llegamos a una pequeña estancia poco cómoda, de la que únicamente podremos progresar introduciéndonos por un estrecho paso bastante incómodo. Aunque las cuerdas marcan el camino, no todo el grupo se anima a pasar, ¡y no les culpo! El paso es verdaderamente estrecho y, encima, será más complicado cuando nos toque volver, ya que la vuelta es cuesta arriba.
Así, nos dividimos en dos y proseguimos adelante mientras el resto espera nuestro regreso.
Proseguimos por la galería, primero recorriendo unos meandros muy bonitos, y, después, un par de gateras donde parece que se acumula el agua en situaciones de mucho caudal y se convierten en sifón. Recordamos que es una cueva activa, y la regata está casi constantemente presente a nuestro lado.
Avanzamos entre charcos y lodo, siéndonos imposible mantener la ropa limpia y seca, hasta encontrar una bifurcación evidente. A mano derecha tenemos dos caminos a seguir, uno muy breve y el otro algo más extenso, aunque, inevitablemente, y, poco a poco, se va estrechando hasta quedar cerrado (no sin antes hacernos sufrir con pasos estrechos y embarrados).
Volvemos entonces a la bifurcación y dos compañeros se dan la vuelta para regresar a la salida; por hoy, se dan por satisfechos con las emociones vividas. Entonces, los pocos que quedamos, seguimos por el ramal izquierdo inferior, que parece que no tiene progresión, hasta que nos tumbamos, y, de pronto, se abre ante nosotros una gatera, a la altura de los tobillos, por la que circula el río.
Progresamos mojándonos lo menos posible, aunque llegados a este punto, si os soy sincero, ya no poníamos mucho empeño en ello, y superamos más charcos y más barro hasta encontrar de nuevo nuestra fiel compañera, la regata con su agua fresca y alegre. Seguimos a través de alguna gatera más hasta llegar a una pequeña cascada de unos dos metros de alto.
Tras superarla veremos que hemos llegado al final: el río se sifona y no nos permite seguir. Al fondo, se pueden ver un par de mosquetones, se ve que alguien ya ha intentado en alguna ocasión anterior sacarle algo más de jugo a la experiencia.
Siguiendo el mismo camino, retrocedemos poco a poco hacia la salida, y, de paso, aprovechamos para recoger algo de basura que, en esta parte final, se acumula por doquier. Se ve que la entrada de agua es bastante grande, y más aún la insensibilidad de la gente con el medio ambiente, ya que hemos encontrado hasta un cubo de plástico de pintura.
Tras el angosto paso, ahora en dirección ascendente, y algo más cansado, nos dirigimos, con la rapidez que nos permite el cansancio y el entorno, a la salida, dónde nos espera el resto del grupo.
El tiempo está lluvioso y no nos da tregua para cambiarnos dignamente. Al final, cada uno en su coche, nos despedimos a través de las ventanillas para vernos en alguna otra aventura, más pronto que tarde, ¡espero!
Muchas gracias a los participantes, por compartir tan agradable mañana ;)
Muy chulo!!
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