Donostia - Beriain - Urbia - Donostia en gravel

A principios de agosto, se celebra la carrera ciclista "no competitiva", donde las haya, Basajaun. Se trata de un recorrido circular de 800 km que comienza y termina en Gasteiz, atravesando diferentes lugares de Euskal Herria, desde los frondosos bosques de Irati hasta las áridas llanuras de las Bardenas Reales.
El problema es que la participación es muy cara, en la que la organización gana mucho y tú, participante, tienes mucho que perder. Por la inscripción te incluyen una gorra como dorsal, el track y una estatuilla si la terminas en el plazo de seis días y medio. Nada más. Ni asistencia, ni avituallamientos, ni nada.
Por ello, me he propuesto realizar, en septiembre u octubre, la ruta de Basajaun 2024 (si es que alguien la publica en Wikiloc) respetando las reglas, pero por mi cuenta. Pierdo la experiencia de ir en grupo, pero me ahorro un dineral.
Con las energías puestas en el objetivo, aprovecho algunos días de fiesta para realizar una ruta por Euskadi que hacía tiempo que quería hacer:
  1. Donostia - Beriain: recorriendo Leitzaran siguiendo al Plazaola hasta Lekunberri, subir a Guardetxe, bajar a Uharte-Arakil y subir al Beriain por Unanu.
  2. Beriain - Erlo: recorrer Andia, Urbasa y parte de Entzia hasta Opakua, bajar a la llanada y subir a Urbia por Zalduondo. Bajar a Arantzazu y por carretera a Bergara. Subir el puerto de Elosua hacia Azkoitia, y desde Azpeitia, subir por la pista hasta el Erlo.
  3. Erlo - Donostia: bajar a Zestoa por las Cuevas de Ekain, ciclar hasta Orio, por el alto de Meaga y volver a Donostia por Igeldo.
En total, muchos kilómetros de distancia y muchos metros de desnivel positivo. Pero, como comienza a ser habitual en este blog, no logré completar el reto y tuve que desviarme del itinerario para hacer honor al nombre del blog.

Día 1: Donostia - Plazaola - Beriain
Salí de Donosti sobre las 7 de la tarde, después de trabajar hasta las 5 y preparar la bicicleta con lo necesario.
Bien pertrechado. La alforja lateral la llevaba únicamente por si, a alguno de los inventos que llevo, le da por romperse. Nótese, que la bolsa granate de cuadro es casera, confeccionada con un pantalón corto cuyo destino era el retiro.

Recorrí el Plazaola hasta Lekunberri, donde cené copiosamente, cómo también suele ser habitual, en el restaurante de la estación de tren, La Kantina.
En el túnel de Leiza, cerca del anochecer.

Al salir tarde de Donosti, el plan inicial se me antojaba irrealizable, así que prioricé la noche en la cima al recorrido, y ciclé por carretera hasta Ollo (subiendo el puerto de Zuarrarrate), donde tomé la pista que asciende al noroeste, hacia la cima del Beriain.
En la fuente de Ollo, último punto de agua antes del puerto de Lizarraga (con las fondas abiertas, ya que no hay fuente).

Esta pista no es muy practicable para una bicicleta de gravel y mucho menos el tramo final, con largos porteos por terreno irregular y de gran inclinación. La relación de marchas de las gravel (al menos la mía) es demasiado dura para semejantes esfuerzos; parecen estar pensadas para otro tipo de uso.
Iruña de noche desde las alturas, previo a la entrada en la niebla.

Tras cerca de tres horas, mucho porteo, niebla, cansancio, y alguna que otra pérdida, alcanzaba la cima, mágicamente despejada, aproximadamente a las 4 de la madrugada. El cielo estrellado era el merecido premio por las penurias sufridas. En el interior de la ermita/refugio había gente dormitando, por lo que decidí quedarme fuera haciendo vivac en las inmediaciones.
La ermita de San Donato, cerca de la cima.

Vistazo atrás, al mar de nubes.

En la cima.

Abajo, los pueblos de la Sakana, y, arriba, el cielo estrellado.

Cerca de 100 km y 2,500 metros de desnivel positivo en casi 9 horas de salida con 50 minutos dedicados a la cena.

Día 2: Beriain - Urbia - Zumarraga - Beasain - Donostia
Me desperté a eso de las 6:30 de la mañana ya que el cielo prometía un precioso amanecer, y no decepcionó. La cima seguía despejada, pero a ambos lados, la niebla cubría el paisaje salvando únicamente las cimas más prominentes de la zona. A lo lejos, asoma también el Pirineo Navarro con sus afiladas y puntiagudas cimas cortando el calmado y plano horizonte.
Despertar en el improvisado vivac.

El amanecer asomando en el horizonte.

Asoma el sol. A mano derecha, los Pirineos, con su perfil inconfundible.

Mar de nubes.

Empaqué mis cosas y me puse en marcha hacia la venta de Lizarraga, donde desayuné unos huevos fritos con jamón y tocino, y de postre, queso local con mermelada, todo un desayuno propio de una dieta equilibrada. 
Comienza a despejarse.

La pista al puerto de Lizarraga.

Salí de la venta hacia el oeste y, al mismo tiempo, abandoné Andia para adentrarme en Urbasa. Me acerqué a la ermita de Santa Bárbara, desde donde hay unas hermosísimas vistas a la cima del Beriain, pero el cielo estaba nublado y no permitía ver más allá de unas decenas de metros.
Refugio privado y cerrado de Bardoitza.

Prosiguiendo hacia el sur, poco a poco me acerqué a la pista de Otsoportillo. Tras un lamentable descenso de firme irregular, donde se me caían los botellines de agua constantemente (fallo a corregir para la próxima salida), alcancé la pista y giré a la izquierda hacia Otsoportillo. Al llegar, giré a la derecha para tomar una pista algo diluida en dirección suroeste, que me llevó directamente al balcón de Pilatos, o como lo llaman los locales, el mirador de Ubaba. Durante la bajada, me alcanzó un ciclista local con bici eléctrica de montaña que me contó varias historias sobre el lugar y la toponimia del mirador.
Sin prestar especial atención a Ubaba, donde ya había estado varias veces, proseguí con el ciclista hasta tomar la carretera de circulación prohibida que nos llevó hacia Álava. Tras varios kilómetros de preciosa carretera, llegamos a la frontera, marcada con tres grandes bloques pétreos que "bloquean" la carretera.
Bloqueo en la carretera, con un método tan arcaico como efectivo.

Tras atravesar la barrera por una valla a la izquierda, proseguí la carretera, que, aunque más estropeada, ahora ya es apta para la circulación motorizada. Tras varios aparcamientos llenos de gente disfrutando del precioso lugar a la sombra de los frondosos árboles (hayas y robles principalmente), alcancé el puerto de Opakua y disfruté del veloz descenso hasta casi llegar a Agurain. Antes de llegar a la N-1, giré a la derecha hacia Egino para llegar al pueblo de San Román, donde crucé la N-1 para llegar al pueblo de Araia sobre las 12 del mediodía.
Por causas personales ajenas al viaje, tuve que cambiar los planes a última hora y tenía que volver a Donostia para la noche. Tenía la opción de cruzar por Otzaurte, pero sería una tremenda pena dejar Urbia de lado, así, con la esperanza de llegar a tiempo, decidí trazar el siguiente recorrido: Urbia, Arantzazu, Oñati, Zumarraga, Beasain, Tolosa, Donostia.
Me preparé un gran plato de pasta con atún y me lo comí rápidamente. Limpié ligeramente la bicicleta con el objetivo de poder engrasar adecuadamente la cadena y, sin más dilación, salí hacia el aparcamiento de Zumarraundi, conocido como Los Petróleos, lugar de salida habitual para subir al Aizkorri o al Aratz.
Proseguí por la pista que sube, en algunos tramos de forma abrupta, poco a poco hacia las campas de Urbia. Aunque brevemente, en algunos puntos me patinaba la rueda trasera y me obligaba a echar pie a tierra; de nuevo la inclinación volvía a ser muy acusada para el desarrollo de esta bicicleta. Al fin, tras mucho esfuerzo bajo el sol castigador del mediodía, alcancé la fonda de Urbia. Aquí también, la gente campaba a sus anchas, disfrutando de un magnífico día soleado rodeados de naturaleza. Ahora lamento no haber tomado ninguna fotografía del lugar...
Archiconocido Santuario de Arantzazu.

Tras una breve parada para pedir algo de crema de sol, tomé el sendero de bajada a Arantzazu, que es la ruta habitual de subida al Aizkorri, por lo que había mucha gente transitando. Bajé despacio y con cuidado, incluso desmontándome en algunos tramos, y con un gran dolor de manos de tanto apretar los frenos, llegué al Santuario de Arantzazu.
Sin mucha parada, ni para llenar botellines, proseguí por carretera hacia Oñati, y tras hinchar ligeramente las ruedas, comencé a subir el puerto de Udana para bajar a Legazpi. En la subida, dos ciclistas se me pusieron a rueda y, durante la bajada, se pusieron delante para facilitarme la progresión. Mucho compañerismo en esto del ciclismo de carretera.
Pasé por Legazpi, Zumarraga, Beasain y el resto de pueblos hasta llegar a Tolosa, donde me adelantó un rápido ciclista al que le pedí permiso para seguir a rueda. Me llevó a un ritmo elevado (por Anoeta, Villabona y Andoain), hasta que en la subida a Urnieta me descolgué. Entonces, él también bajó el ritmo y llegamos juntos a Urnieta, charlando un poco de nuestra vida. Ahora solo me quedaba seguir mi propio camino hasta llegar a casa.

Cerca de 180 km y 2,200 metros de desnivel positivo en casi 13 horas de salida con 40 minutos de parada en Lizarraga y hora y media de parada en Araia.

En un par de días he acumulado muchísimos kilómetros, más que nunca, llevando saco, esterilla y algo de comida, aunque nada para cocinar. También he logrado realizar un par de actividades que tenía pendientes desde que hicimos la vuelta de los cuatro macizos: la subida al Beriain y la subida a Urbia. En resumen, ¡toda una gran salida con importantes objetivos cumplidos!

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