Verano en Suiza: un viaje de turismo natural

Antes de que los magníficos glaciares de los Alpes pasen a una mejor vida, nos hemos decidido a personarnos en el lugar. Los Alpes son un entorno con tantísimas oportunidades de ocio natural que, este verano, no hemos podido resistirnos a hacerles una pequeña visita. Así, llenamos el tanque de la furgo de gasóleo y partimos decididos a disfrutar todo de aquel lugar.

Eggishorn.

Comenzamos nuestra visita en el entorno de Interlaken. Desde que realicé el Erasmus en Austria, quise visitar esta localidad tan singular, enclavada entre dos grandes lagos glaciares. Pasamos varias noches en el camping de Stuhlegg, aunque el tiempo no nos acompañó en demasía.

  • El lago de Oeschinensee (track): Se trata de un precioso lago glaciar inmerso entre grandes paredes y bastas praderas. Como a casi todo en los Alpes, aquí también se puede subir utilizando un teleférico, pero nosotros preferimos realizar el desnivel a pie. Al fin y al cabo, el lugar resulta mucho más hermoso, y la satisfacción es mayor, si alcanzarlo te ha costado algunos sudores.
    Es de verdad un lugar hermoso. El lago azul está protegido, al norte, por grandes paredes de roca y, al sur, se extienden las verdes praderas que acogen el teleférico y algunas edificaciones que hacen las veces de restaurante y hotel para los turistas.
    Recorriendo la orilla en sentido horario, tomaremos un camino que avanza hasta las laderas del oeste para luego subir y ofrecer una mejor panorámica del lugar, aunque, desde abajo también se ve precioso. El coche lo aparcamos en el mismo pueblo, donde debimos cambiar Euros a Francos Suizos (en un banco) para pagar con monedas el parking.
    Kandersteg.

    Oeschinensee.

    Oeschinensee, desde otra perspectiva.

    Oeschinensee, una vez más.
     
  • Valle de Lauterbrunen (track): También llamado el valle de las cascadas, al menos para nosotros, es un lugar encantador e hipnótico. Orientado de Norte a Sur, el camino transcurre entre verdes pastos dominados a diestro y siniestro por verticales paredes. De las mismas, se precipitan multitud de cascadas. Si visitáis el lugar con algo de lluvia, tal y como nos pasó a nosotros, la cantidad de cascadas se multiplica con facilidad. El coche lo aparcamos en el propio pueblo (previo pago por supuesto).
    En el mismo valle se encuentra la garganta o barranco de Trümmelbachfälle, que debe de ser precioso. Nosotros no entramos debido a que costaba 15CHF por persona, y nos pareció excesivo.
    Cascada de Staubbach.

    Cascada de Spissbachfall.

    El fondo del valle.

    Mürrenbachfall.

  • Las inmediaciones de Grindelwald (track): Nos decidimos a visitar también la célebre localidad de Grindelwald, famosa por la historia de la conquista de la cara norte del Eiger. Desde el mismísimo pueblo, realizamos un pequeño txango a la estación del teleférico de Bort para poder apreciar la gran pared norte de la montaña con mejores perspectivas.

    Posando con el Fiescherhorn al fondo.

    El Eiger, misterioso.

    Zoom al Fiescherhorn.

    Foto general de la zona.

  • Los pueblos de Interlaken y Spiez: Aunque no somos muy de edificios, siempre se intenta hacer presencia en alguno para observar las curiosidades arquitectónicas y los diferentes lugares que se esconden en ellos.

    Embarcadero de Spiez.

    Castillo de Spiez.

    Castillo de Spiez.

    Iglesia de Interlaken.

    El tren cruzando el rio entre dos lagos.

    Casino de Interlaken.

En transición a la siguiente zona que visitaríamos, las inmediaciones de Fiesch, realizamos algunos planes por el camino:

  • Las cascadas de Giesbachfalle (track): Según nos retirábamos de Interlaken, visitamos las cascadas de Giesbachfalle. Una sucesión de agresivos saltos de agua que silencian el resto de los sonidos del entorno. El agua enfurecida salta y brinca hasta caer con fuerza en el lago de Brienzersee.
    Al principio, subimos por el sendero que remonta río arriba para ver todas las cascadas de la zona. Después, llegamos a una especie de restaurante y descendimos de nuevo al parking. Tras comer algo, tomamos el camino de bajada al lago, dónde visitamos el viejo embarcadero, y la nueva estación de funicular que sube desde el lago hasta el gran hotel de las cascadas, cercano al parking.
    Bajo la cascada.

    La cascada y el Gran Hotel Giessbach.

    Más cascadas.

    El entorno es muy singular, pero lo es aún más el gran hotel de las cascadas. Para acceder a él, si obviamos la carretera, se debe tomar un barco desde la localidad más cercana, desembarcar en la estación del funicular para un corto viaje de escasos minutos. Es magnífico que un entramado tan complejo y caro, pueda mantenerse con vida hoy día. Me arriesgaré a decir, que la mayoría de este tipo de lugares está en decadencia en el mundo occidental, pero por alguna razón, Suiza es capaz de seguir manteniendo la rueda del lujo y la elegancia en lugares enclavados en plena naturaleza y tan singulares como éste. Está claro que visitar Suiza es un lujo en toda regla.
  • La garganta del río Aares: El río Aares, en un momento dado de la historia geológica, mucho antes de la creación de los alpes (según indican los carteles), tomó un atajo a través de la montaña formando lo que hoy se conoce como Aareschlucht. La garganta está equipada con un camino que la atraviesa de lado a lado, de este a oeste, por su interior. Dentro se pueden disfrutar las diferentes peculiaridades de un cañón de semejante tamaño. Es muy bonito, pero la cantidad de gente que encontramos dentro le quitó un poco el encanto. De todos modos, no merece tanto la pena visitarlo si ya estamos acostumbrados al descenso de barrancos en Guara, por ejemplo. Logramos sacar varias fotos sin que apenas apareciera nadie, todo un logro. 10CHF.

    En lo más estrecho del cañón.

    En las cuevas.

    El pasadizo.

    Meandros.

    Las grandes paredes de la entrada.

  • Paseo por el Grimselpass: Si el tiempo nos lo hubiera permitido, teníamos intención de darnos un paseo por la zona de Grimselpass. Talvez para visitar las lenguas glaciares de las inmediaciones. Pero encontramos allí un tiempo desapacible y desagradable, y así no pudimos ni abrir las puertas del coche. Con pena y ligera decepción, salimos de allí con premura hacia nuestro próximo destino: Fiesch.
El siguiente lugar en el que nos asentaríamos era el camping de Eggishorn, en la localidad de Fiesch. Aquí, principalmente, teníamos intención de ver la que dicen es la mayor masa de hielo continental de la Europa política: el glaciar de Aletsch.

  • El puente colgante de GOMS (track): Para matar la tarde, caminando desde el mismo camping, nos acercamos al puente colgante de GOMS. Se trata de un puente muy largo y alto que conecta las localidades de Fiesch con los pueblos del otro lado del río: Mühlebach. El puente es espectacular, y si se tiene vértigo, se vuelve algo aterrador. Pero más que el puente, nos apasionó la localidad de Ernen. Se trata de un pequeño pueblo con casas alpinas preciosamente adornadas. Parece que todo está colocado al detalle, en plan postal, para el deleite de nuestra mirada. Estamos seguros de que poca gente conoce este secreto escondido entre tanta publicidad y tanto espectáculo.

    Mirada atrás a Ernen.

    Ernen.

    El puente GOMS.

    El puente colgante desde lejos.

  • El refugio de Brughütte, el glaciar Fieschergletscher y el puente colgante de Asti-Titter (track): Una vez más, partiendo de la misma localidad, subimos por sendero hasta el refugio de Brughütte para poder ver, a lo lejos, la lengua glaciar del Fieschergletscher. No es que sea muy espectacular, pero no sube nadie allí arriba, y la soledad unida a la inmensidad del paraje que nos rodea nos hace reflexionar sobre nuestra pequeñez en el mundo. Hoy, se nos ha unido nuestro amigo Cantera a la salida, que trabaja aquí, en Suiza, y, con su dron, hemos podido tomar unas magníficas tomas aéreas.
    La lengua del glaciar Fieschergletscher.

    Escaleras mágicas.

    El antes y el después.

    De vuelta, cruzaremos de ida y vuelta el puente colgante de Asti-Titter, más estrecho y aéreo que el de ayer, resulta un espectáculo precioso y un privilegio vital.
    El abismo.

    De postureo.

  • El Eggishorn y el glaciar de Alets (track): Desde muy cerca del camping, sale el teleférico que nos sube a Fiescheralp. Lo tomamos los tres para la ida y para la vuelta y nos ponemos en menos que canta un gallo en el complejo turístico de Fiescheralp. Desde aquí, tomamos la pista que nos lleva al oeste para acércanos poco a poco a la estación del teleférico de Bettmergrat para ver por primera vez el glaciar de Alets. Tomaremos entonces el sendero UNESCO Höhenwen y progresaremos por el cresterío, sin perder de vista en ningún momento la gran masa de hielo. Ascenderemos a las cimas Bettmerhorn y Bettmegratt hasta alcanzar el collado que nos da acceso al teleférico Eggishorn y, posteriormente, a la cima del mismo nombre. Tras una empinada cuesta, alcanzamos el teleférico, y por camino muy cómodo, llegamos hasta la cima del monte Eggishorn. Con sus 2900m, su hombro del norte ofrece una magnífica panorámica del glaciar Alets. Resulta también un lugar genial para picar algo y para sacarse una foto con el gran glaciar. ¡Larga vida al glaciar Alets! Preciosa maravilla del mundo antiguo. Añado unas cuántas fotos más ya que el lugar bien lo merece.

    Panorámica del glaciar Alets.


    Panorámica del glaciar desde otro lugar.

    Roca y hielo.

    En el sendero UNESCO Höhenwe.

    En la cresta de UNESCO Höhenwe.

    En la punta, con vistas al valle.

    Primeras miradas.

Tras la visita al coloso de hielo, disponemos nuestros pasos hacia otro coloso, el de roca. Pero antes de entrar en el valle de Zermatt, nos desviaremos hasta el final del valle de Saas Fe para aparcar al lado del lago Mattmarksee.

Desde el dique de la presa, en las alturas, podemos vigilar y disfrutar la mitad del valle, así como dilucidar varias cimas circundantes. Le daremos la vuelta en sentido horario a la masa de agua para ver el entorno desde todas las perspectivas.

Panorámica desde la presa.

Una singular cascada.

Desde el extremo sur.

Ahora sí, tomamos nuestras cosas, las empacamos sobre las cuatro ruedas y nos dirigimos hacia Zermatt.

Un par de pueblos antes, nos registraremos en el camping Attenmerzen, el primero del viaje con ducha caliente gratuita.

Se ubica justo en la mitad entre los pueblos de Tasch y Randa, por lo que tenemos un paseíto para alcanzar cualquiera de las estaciones de tren para subir a Zermatt.

Zermatt es un pueblo muy turístico, apretujado y amontonado. Está lleno de tiendas y edificios de diferentes estéticas, lleno de gente y existe poco espacio para caminar tranquilamente por las calles. Sobra decir que no me gustó demasiado, la verdad.

Lo mejor del pueblo, la naturaleza que lo rodea. Está encajonado entre dos inclinadas laderas al este y al oeste y al sur, se abre el blanco abanico del gran macizo del Monte Rosa y, como no, en lo alto, tenemos el Matterhorn o Cervino, erguido en vigilia permanente.

La iglesia.

El Cervino, con zoom.

Desde el pueblo mismo existen multitud de teleféricos y trenes que nos suben aquí y allá, para realizar diferentes excursiones o ascensiones. Nosotros, optamos por pasear por el pueblo. Lo recorrimos hasta el final, hasta que vimos aparecer al vigilante rocoso a lo lejos. Le dedicamos un tiempo al mismo antes de volver al pueblo y pasear por sus calles. En el pueblo, encontramos dos puntos bastante interesantes:

  • Un puente que tiene varios bancos que miran al Matterhorn. Para poder vigilar la gran cima sin apenas esfuerzo.
  •   Un tranquilo jardín donde descansar del bullicio y ajetreo del lugar, buscando silencio y tranquilidad.
    El Cervino visto desde el puente.

Con la mirada puesta en el Cervino, dimos por terminadas las vacaciones y pusimos rumbo de vuelta a casa. Para terminar con un viaje redondo, se podría haber parado en Chamonix-Mont-Blanc para admirar el gran Monte Blanco y subir para despedirse del coloso Mer de Glace desde el Refugio de Montenvers, al que parece que no le quedan tantos años de gloria como al glaciar Alets.

Podéis consultar el mapa de los puntos de interés aqui.

Y hasta aquí la crónica de un viaje de inmensidades, de naturaleza abrupta, de picos altos y puntiagudos como agujas y de valles profundos, gargantas oscuras y aguas bravas. Atrás queda ya el abrupto paisaje; por delante, una nueva aventura.

Foto de cierre: ajetreo en las nubes.

 

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