Desde el primer momento, Maddi, la más machaca, se coloca en la cabeza de la salida y el resto, Pello, Amaia, Jon, David y yo, nos ubicamos en un área más discreta y central en el montón.
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Ultimando. |
Salimos sobre las 6:30 para enfrentar a los pocos metros de la salida la primera subida del recorrido, a la cima de Montcorbison. Al salir en la zona central, durante casi toda la subida debemos seguir al trenecito que se forma, que te obliga, para lo bueno y para lo malo, a ir más lento, al ritmo que marcan tus predecesores.
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Trenecillo por el bosque. |
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Amanece, que no es poco! |
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El núcleo duro. |
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Trenecillo infinito. |
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Siempre preparados para la foto. |
Al llegar a la cima, comienza un constante sube-baja que, unido a los adelantamientos que vamos haciendo, provocan la fragmentación del grupo. Yo me quedo con Amaia y, por detrás, apenas a varias decenas de segundos, viene el resto. Llegamos rápidamente al primer avituallamiento, dónde, como es costumbre, me pongo las botas a plátano, chocolate y sandía. Pero este año, las pausas son más breves, y proseguimos la marcha con el plátano aún en la mano.
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Siempre hay tiempo para algunas vistas, aunque este año menos. |
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En fila, hasta el final. |
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Precioso cordal directo al cielo. |
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Se suceden las subidas y las bajadas. |
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No me dan descanso. |
Seguimos por el cordal, hasta ascender al Montpius y, tras la abrupta bajada, tomamos a mano derecha para ir perdiendo altura hacia la Artiga de Lin. Este año, la inclinada bajada a la Artiga esta algo húmeda y es, si cabe, más épica y peligrosa que el año pasado. Flexiono las rodillas para bajar mi punto de gravedad, aprieto los cuádriceps y, si te he visto, no me acuerdo. Me lanzo cuesta abajo a toda velocidad para disfrutar al máximo la experiencia de la velocidad. Adelanto a multitud de personas – entre ellas a Maddi, a la que no esperaba encontrarme en toda la carrera – que bajan algo dubitativas por la inclinada cuesta herbosa y realizo una entrada triunfal al avituallamiento de la Artiga de Lin, como si del final del recorrido se tratara.
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Seguimos por el cordal. |
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Varios tresmiles del fondo. |
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La abrupta bajada. |
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La misma bajada desde abajo. |
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Llegada de Maddi a la Artiga. |
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Llegada de Amaia a la Artiga. |
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En la Artiga, ya también con Pello. |
Tras unos pocos bocados en el avituallamiento de la cima, llega, para nuestra sorpresa, Jon. Lo habíamos despistado hace tiempo, antes de la bajada a la Artiga, y ahora había llegado a nuestro encuentro.
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Cima Tuc de Molieres, techo del recorrido. |
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La misma cima con Jon y Amaia. |
Se me hace algo ajeno el comportamiento competitivo en estas pruebas tan naturales y espectaculares por el lugar y el entorno, pero que cada uno quiera exprimir sus capacidades de forma individual parece algo habitual. Como ejemplo, si yo bajo rápido y subo lento, y si a mi compañero le ocurre lo contrario; en ese caso, si decidimos ir juntos nos penalizará lo peor de cada uno mientras que si vamos separados, llegaremos de forma similar a la meta. Sin embargo, no compartiremos con nadie el recorrido... Aunque predomine esta actitud, no termina de convencerme, la verdad.
Partimos cuesta abajo por los bloques cimeros de granito hasta el collado dónde encontraremos una cuerda fija. Como ocurrió el año pasado, estoy en mi salsa y desciendo con soltura y decisión. Algo más abajo, encontraremos un gran nevero que defiende el acceso al collado en el que hay un sendero pisado en la nieve y dos cuerdas instaladas por la policía para bajar con mayor seguridad. En ambos lugares se amontona la gente y perdemos bastante tiempo que utilizo para sacar fotos y algún vídeo, y para disfrutar del lugar.
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Destrepe del collado de Molieres. |
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El nevero que defiende el collado, ¡la ha liado parda! |
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Tuc de la Tallada. |
Ahora, solo nos queda un eterno descenso bastante incómodo, lleno de piedras y escalones, hasta la boca sur del túnel de Vielha.
Este año, hay mucha más nieve que el año pasado en la montaña, y esto, entre otras cosas, se traduce en unos valles pletóricos de vida. Los riachuelos y torrenteras gorgotean alegremente mientras las cascadas rugen con fiereza, los pájaros revolotean y los mosquitos... pues los mosquitos molestan como siempre... pero que se le va a hacer, tambien forman parte de la naturaleza.
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Bajando sobre piedras, como casi siempre. |
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Y más piedras. |
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Los ríos llenos de agua. |
En el avituallamiento de la boca sur, realizamos una parada algo más extensa. Relleno el camel-back, me cambio de zapatillas y me alimento e hidrato como es debido para afrontar la última subida y los últimos kilómetros con dignidad. Sin embargo, de forma inevitable, tenemos que afrontar el reto que nos queda, por lo que Amaia y yo nos ponemos de acuerdo y, aunque con cierta pena, partimos.
Comenzamos la subida y Jon nos vuelve a alcanzar, que dice que se ha comido un plátano y un trozo de chocolate y que le ha dado subidón! Va a toda velocidad el tío. Pasa a Amaia y me pasa a mí también y, previo acuerdo con Amaia, me pongo a su vera para intentar seguir su acelerado ritmo. Voy de verdad con el gancho por primera vez en toda la carrera, por cada zancada suya, yo tengo que dar tres y me concentro en lo positivo para poder seguirlo. Poco a poco vamos adelantando a la gente y la inclinación va cediendo permitiéndome algún respiro. Nos ponemos entonces detrás de un tal David, dorsal 212, que lleva un muy buen ritmo, y, ahora más relajados, comenzamos a charlar y a conocernos hasta llegar al Port de Vielha.
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Subiendo con el gancho. |
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Collado de Vielha. |
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Saliendo del collado de Vielha. |
Ahora nos toca una larga bajada que enfrentamos con gran motivación y velocidad. Al principio, en terreno de piedras metamórficas, bajamos lento y me permito algunas fotos, pero pronto, el sendero se viste de fresca hierba verde y comenzamos a volar sin alas.
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Comienza la bajada por pedrera. |
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Y pronto pasamos a pisar hierba. |
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David, gran liebre. |
Bajamos muy rápido adelantando a todo el que se pusiera a nuestro camino, hasta llegar a la pista donde una ligera cuesta arriba nos pone de nuevo en nuestro lugar. Al final de la cuesta, mientras descansábamos en el último avituallamiento, David revisa su reloj y se da cuenta de que estamos a tiempo para entrar en menos de 10 horas.
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Disfrutando de la rápida bajada. |
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Más y más bajada, al fondo Vielha. |
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Entre fauna y flora. |
Por primera vez en todo el día, corro porque tengo prisa. Creo que me va a hacer ilusión llegar dentro de las diez primeras horas y Jon no parece pensárselo dos veces. Salimos pitando detrás de David mientras aún masticamos la sandía en la boca. El final del recorrido es prácticamente cuesta abajo, con mayor o menor inclinación, salvo una pequeña pero empinada subida que no logra desmoralizarnos: tenemos un objetivo claro y vamos a perseguirlo, cueste lo que cueste.
Sonrío, a pesar de que corro lo máximo que puedo; a pesar del dolor y el cansancio, sonrío. Por último, comenzamos la pista de cemento que, tras algunos minutos, desemboca finalmente en la meta. Como comprenderéis, no hay fotos de este tramo... tenía suficiente con no petar, la concentración no me lo permitía.
Nos acoge una calurosa bienvenida, con niños, música, nuestros compañeros de la media maratón y Maddi (que ha llegado hace media hora aprox.) y su familia. Menuda alegría. Abrazos, felicitaciones, agua, más felicitaciones, y más alegría. Foto por aquí, audio por allá y más agua y más comida.
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Llegando bien contentos. |
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Foto de grupo en la llegada, a falta de David. |
Ahora falta que lleguen el resto de los participantes. Enseguida llega Amaia, que habrá gozado en la bajada desde el Port de Vielha, baja muy bien. Tras varios minutos llega Pello, ¡que grande!, se ha cascado la maratón de tranquis y así ha llegado, fresco como una rosa. Por último recibimos a David, que, tras sufrir en una mala caída en la bajada a la Artiga de Lin (con intervención de sanitarios incluida) ha completado muy dignamente el recorrido.
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La grupeta de la Media Maratón. |
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